El 21 de enero de 1994, un fatídico incendio en pastizales en Puerto Madryn desencadenó una tragedia sin precedentes que marcó un antes y un después en la historia de la actividad bomberil en Argentina. El siniestro cobró la vida de 25 personas, entre ellas varios niños, en lo que se conoce como la "Masacre de los Bomberitos".

Según relatos de testigos como el reportero gráfico José Luis Lazarte, el cuartel de bomberos de la localidad funcionaba como un club donde se congregaban niños y adolescentes, a pesar de las restricciones legales que prohibían la participación de menores en tales actividades. Lazarte afirmó: “Era un hábito de todo el sistema de Bomberos Voluntarios en Argentina, pese a que la ley no lo permitía. Tuvo que pasar esta tragedia para que se dieran cuenta de que esto no era un juego.”

Durante el fatídico día del incendio, las altas temperaturas y los vientos cambiantes contribuyeron a que el fuego se propagara de manera descontrolada, atrapando a los jóvenes bomberitos que luchaban con recursos limitados. Las víctimas, vestidas con mamelucos de tela y armadas solo con palas, enfrentaron la furia de las llamas sin poder contenerlas.

El testimonio de Ofelia Salinas, madre de uno de los jóvenes fallecidos, revela la desesperación de las familias por conocer el destino de sus seres queridos. Salinas declaró: “Los chicos murieron poco después de las 6 de la tarde de ese mismo día y nosotros nos enteramos recién a las 9 de la mañana del siguiente. Nos mintieron porque si nos decían la verdad nos íbamos a morir todos buscándolos.”

El trágico suceso dejó una profunda marca en la comunidad de Puerto Madryn, que se vio conmocionada por la pérdida de jóvenes promesas. El retiro de los cuerpos en un improvisado camión funerario para su velatorio en el gimnasio municipal fue seguido por una multitud que se congregó para rendir homenaje a los bomberitos caídos.